lunes, 13 de noviembre de 2017

Colores

¿Nunca te has planteado que las personas son como un complejo lienzo en blanco? ¿Que cada vivencia o sentimiento nuevo se plasma en ellas? 

Al principio todo está blanco, pero lentamente comienzan a aparecer ligeras tonalidades rojas, azules o amarillas, mostrando estas los sentimientos cálidos, alegres o tristes. Conforme vas creciendo estos colores se van mezclando para formar otros nuevos, creando otros colores como el naranja, verde o violeta, cada uno con un significado o forma distinta, ya que el color simplemente no aparece, este tiene una forma determinada, una forma que depende de tus pensamientos hacia la situación que provoca esos sentimientos o incluso del modo caótico en el que estos se presentan. 

Cuando naces tienes blanco, después obtienes el rojo, un rojo cálido correspondiente al amor de una madre. Más adelante un azul pálido para aquellos momentos de tristeza como cuando pierdes algún juguete, tienes hambre o requieres atención. Al mismo tiempo que esto obtienes el amarillo, que indica felicidad y alegría, como cuando consigues algo que querías o juegan contigo. 

Conforme llegas a la niñez nuevos colores aparecen, como el rojo intenso para el enfado, el verde para la envidia, el morado para los celos y el naranja para la amistad, aumentando de esta forma tu cuadro de vida. Acompañada de estos colores viene el ansía por conseguir más colores para tu cuadro (aún sin notar que en ese momento este ya es precioso de por sí).

Entonces llega el momento de la adolescencia, esa época en la cual intentas encontrar sentido a tu existencia y conocer a tu pintor. Ese momento donde las emociones son más apasionadas y caóticas que nunca, ese momento en el que aún sin saberlo te has convertido en tu propio pintor. Es en esta época donde aparece el rojo más brillante y apasionado que has visto nunca (aunque todavía no sabes bien dónde o cómo pintarlo en tu cuadro), el rojo del amor. Sin embargo este va acompañado del granate, un rojo furioso que se manifiesta al descubrir el mundo, al salir del desengaño, al tener que luchar por ti mismo y este, a su vez, trae a tu cuadro un morado oscuro, el miedo, el miedo al fracaso, al rechazo, a no encontrar tu lugar, a caer en el olvido. Un miedo tan atenazante que te hace esconderte e tu interior, tras otros colores apenas fingidos y rezar para que todo acabe, pero no lo hace, las oleadas de sentimientos van y vienen, creando sus propias mareas independientes a merced del capricho o quién sabe qué. Solo sabes que están ahí y, en algún momento dejas de luchar contra ellas, de aferrarte a esa enorme roca que estaba en la playa y te adentras en el mar, tan profundo que puede que te pierdas, pero si eso sucede solo debes salir a la superficie y echar una vista a tu alrededor, porque a pesar de que el cielo es azul siempre habrá alguna nube falta de color, alguna nube dispuesta a hacer de lienzo, dispuesta a ser moldeada por tu imaginación, dispuesta a ayudarte a pintarte un poco más, dispuesta a ser tú, pues tú, tú eres un cuadro.

-Izz

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