Y en ese momento se
encontró a sí mismo entre la espada y la pared, contemplando su
reflejo en el espejo del destino cuya superficie acuosa distorsionaba
sus marcadas facciones. No contento con la imagen que se le mostraba
ni con la furiosa mirada del chico que le observaba desde la otra
punta de la pequeña habitación frunció el ceño y cerró los ojos,
sintiendo un efímero y punzante dolor cuando la hoja de la plateada
espada atravesó su pecho. Lanzó una última mirada hacia su
asesino, que sonreía lánguidamente devolviéndole la mirada
mientras su propio pecho se vaciaba al otro lado del espejo.
-Izz