jueves, 2 de noviembre de 2017

Blanco

 Contemplo las nubes escarlata que comienzan a formarse sobre mi cabeza, proporcionándole al paisaje una colorida gama de tonos rojos y anaranjados. El fin está cerca, pero no importa, ya no hay nada que perder, ni nada que ganar, solo puedo obtener sensaciones y pensamientos que no tardarán en vaciarse y perderse, en volverse blancos, como yo.

La hierba acaricia suavemente mis pies al ritmo del furor oscuro de mi cabello ondeante al son de la música del viento. Cierro los ojos para verla una vez más, fugaz cual brizna arrancada por la brisa creciente, ardiente como una hoguera en una fría noche de invierno, roja como este hermoso atardecer que me deja sin aliento, y blanca, tan jodidamente blanca que mi mano la atravesaría en cuanto tratara de acariciar sus rosados pómulos bajo aquellas enormes y brillantes esmeraldas que eran sus ojos.


Me dejo caer sobre la hierba por una última vez, con el cielo sobre mí y el mar en mi mirada y me dejo llevar, huyendo de todo lo que conozco e internándome en el blanco de mi mente, ese blanco que lentamente va volviéndose rojo y verde, como ella, como yo, como el suelo en el que estoy postrado. Y, finalmente, oscurece, mi blanco y su blanco se fusionan, para siempre, para nunca, para nosotros.

-Izz

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